Un día como antes de ayer, 14 de marzo, pero en 1879 nacía Albert Einstein, el científico del siglo XX (cómo Newton lo fue de los dos siglos anteriores y aún se espera al del XXI). En 1905, a la edad de 26, escribió, en su tiempo libre, cuatro artículos fundamentales sobre la física de pequeña y gran escala. En el primero de ellos explicaba el movimiento browniano, en el segundo el efecto fotoeléctrico y los dos restantes desarrollaban la relatividad especial y la equivalencia masa-energía, E=mc², probablemente la ecuación de la física más conocida del mundo. Y ello en un marco teórico simple y con base en postulados físicos sencillos., “No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela” decía. En 1915 presentó la Teoría General de la Relatividad, en la que reformuló por completo el concepto de gravedad y en 1921 obtuvo el Premio Nobel de Física, pero no por la Teoría de la Relatividad, pues el científico encargado de evaluarla no la entendió, sino por su explicación del efecto fotoeléctrico y otras contribuciones a la física.
Einstein era francamente inteligente, pero no exageradamente más que sus compañeros. "No tengo talentos especiales", afirmó, "Soy apasionadamente curioso, nada más". Y un gran “cabezón” diría yo. Durante sus últimos años Einstein trabajó por integrar en una misma teoría las cuatro Fuerzas Fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil, electromagnética y gravitatoria), tarea aún inconclusa.
Aunque menos conocida, también es destacable su faceta humanista (a pesar de algunos oscuros asuntos familiares) y pacifista (aunque al principio apoyó la investigación de la bomba nuclear), reflejadas ambas en las frases a él atribuidas, que con música y fotografías, aparecen en este vídeo.
Días antes de su 44 cumpleaños, el 6 de marzo de 1923, Einstein visitó Toledo acompañado por su segunda mujer Elsa. Así hablaba su diario de Toledo: "Uno de los días más hermosos de mi vida. Cielo radiante. Toledo es como un cuento de hadas. {...} Las calles y la plaza del mercado, vista de la ciudad, el Tajo con algunos puentes de piedra; cuestas de piedra, agradables planicies, catedral, sinagoga. Puesta de sol con resplandecientes colores en nuestro regreso. Un pequeño jardín con una vista cerca de la sinagoga. Una magnífica pintura de El Greco en una pequeña iglesia (entierro de un noble), entre las cosas más productivas que vi. Un día maravilloso."
En las fotografías puede verse a Einstein en el Museo del Greco (con la Iglesia de San Cristóbal al fondo) y en el Puente de Alcántara.
El otro puente de piedra que pudo ver Einstein en Toledo es el puente de San Martín, levantado en el siglo XIII en sustitución de otro que hubo más abajo, cuyos restos son aún visibles y que fue destruido por una gran crecida del Tajo. En torno a este puente existe una leyenda conocida cómo "La Leyenda de la mujer del alarife" o "La Leyenda de la mujer del arquitecto" (no tengo claro que fuera arquitecto o ingeniero de caminos). Relata cómo la esposa del arquitecto, para salvaguardar el honor de su marido que había equivocado los cálculos de cimentación del puente (quizás si fuera arquitecto) y temía su deshonra cuando al quitar el andamiaje su obra se viniera abajo, decidió prenderle fuego protegida por la oscuridad de la noche. El puente quedó destruido por las llamas y el arquitecto volvió a construirlo subsanando los anteriores fallos. Tiempo después la mujer decidió confesar su acción al obispo, que al entender que había obrado por amor, mandó construir en piedra una imagen de la protagonista y colocarla en la parte central de la estructura del puente.
No asumió la mujer del alarife la suerte que el destino le tenía deparado al puente de San Martín. No se dio por vencida, cabezona ella. Cómo tampoco nunca se dio por vencido Einstein, murió intentando encontrar más teorías. No es que fracasara en estos últimos intentos, ya había alcanzado el éxito antes, a pesar de los presagios de su profesor de séptimo grado "no llegarías a nada en la vida". Pero era un inconformista, pues tras conseguir una meta, se planteaba otra nueva. No disfrutaba tanto con las metas alcanzadas como con el trabajo realizado para alcanzarlas. Lo importante no era destino, sino el camino recorrido hasta él. Pararse es conformarse y “Se alcanza el éxito convirtiendo cada paso en una meta y cada meta en un paso.” C.C.Cortez.